Cuando hablamos de Slow Food, nos estamos refieriendo al concepto de Eco-Gastronomía, un movimiento que pretende unir el placer de comer con el conocimiento, sin dejar de pensar en el planeta y la salud del medio ambiente en general.
Pero todo esto se va más allá de lo que pensamos. Veamos más detenidamente los detalles de este interesante tema:
El Slow food, traducido al castellano como comida lenta, es el término opuesto al Fast food o comida rápida. Es un movimiento internacional creado en Italia en 1986 y que se ha ido extendiendo rápidamente con el paso de los años por todo el mundo. Este movimiento se simboliza mediante la figura del caracol, porque la lentitud propia de este animal es el mejor símbolo para luchar contra la velocidad y las prisas que afectan al mundo moderno.
¿Qué pretende?
El objetivo que persigue es combatir la cultura del Fast food y recuperar los sabores y las costumbres tradicionales. Se basa en el disfrute de la comida, en desgustar los placeres que ofrece y en gozar de la buena mesa en el entorno más adecuado.
Una alternativa frente a la comida rápida
Los establecimientos de comida rápida ofrecen sus menús a cualquier hora del día, a un precio muy económico y se pueden encontrar en cualquier región del mundo. Por estos motivos son muchas las personas que acuden a ellos como entretenimiento y ocio o para saciar su apetito en un lugar divertido. Sin embargo otras personas recurren a estos locales por falta de tiempo ya que sirven las comidas en apenas unos minutos.
La comida rápida se acompaña generalmente de salsas y entrantes o acompañamientos que aportan sabores muy intensos y una cantidad elevada de sal. Este tipo de sabores enganchan y estimulan el apetito para seguir comiendo. La rapidez con la que se consumen estos productos es otro aspecto negativo. Al comer deprisa no se deja tiempo suficiente para que la sensación de saciedad llegue al estómago por lo que con frecuencia se tiende a consumir grandes cantidades de comida. Por otro lado, puesto que apenas requieren masticación, y debido a sus altos aportes de grasa, el proceso de digestión se ve dificultado.
Este tipo de comida cuando se convierte en algo cotidiano es cuando perjudica el estado de salud. En ocasiones estos productos sustituyen a las comidas principales por lo que en esas tomas existe deficiencia de determinados nutrientes que no contiene la comida rápida. En otros casos, se consume como un "extra" a lo que se toma habitualmente, en cuyo caso supone un exceso en el aporte de grasas y de calorías.
Recuperar las buenas costumbres
Con el paso del tiempo se han ido perdiendo muchas costumbres alimentarias saludables que es importante recuperar. Entre ellas está el consumo de platos completos y nutritivos con legumbres como ingrediente principal. Un potaje de legumbres con verduras y carne constituye un plato completo que no requiere mucho tiempo de elaboración si se emplea una olla a presión. Lo mismo ocurre con la elaboración de todo tipo de sopas y potajes, platos de cuchara que se van perdiendo con el paso de los años. Una solución es cocinar un mayor número de raciones y mantenerlas en congelación hasta su consumo. Otros platos hidrocarbonados de elaboración casera, también están perdiendo cada vez más presencia. Es el caso de los platos de pasta con carne o pescado, las paellas o incluso de las tradicionales patatas a la riojana que, acompañados de verdura o ensalada, forman un menú completo y muy nutritivo.
En cuanto a segundos platos cada vez se tiende más a consumir precocinados y cuando se elaboran en casa, suelen prepararse casi siempre a la plancha o fritos por ser las opciones más rápidas y sencillas. Conviene fomentar el consumo de preparaciones caseras elaboradas con ingredientes saludables como los tradicionales guisos. Esta preparación no implica un exceso de grasa si se elabora con los ingredientes adecuados. Es por ejemplo el caso de un pollo a la hortelana, sin la piel, elaborado con un rehogado de verduras y/o patatas guisadas, o del pescado en salsa verde con guisantes y verduritas, etc.
Los postres tradicionales de fruta fresca y lácteos son la mejor opción para consumir a diario. De forma ocasional se pueden incluir elaboraciones caseras que incluyan ingredientes saludables como las natillas, el flan, tarta con helado, etc.
Además es preciso fomentar y mantener las costumbres alimentarias y la riqueza gastronómica propia de cada región, dentro y fuera de ella.
¿Qué beneficios aporta?
El slow food conlleva una serie de ventajas a corto y a largo plazo entre los que destacan los siguientes:
- Promueve una buena masticación de los alimentos para favorecer la digestión.
- Fomenta la educación del sentido del gusto. El Slow food incluye sabores suaves y naturales como es el caso del tomate triturado frente al ketchup de la comida rápida. Cuando se abusa de sabores tan intensos, no se aprecian los sabores naturales de la comida tradicional. A esto hay que añadir que los sabores intensos estimulan el apetito y provoca un aumento de la ingesta.
- La calidad nutritiva de los menús es mejor si bien el precio supera al de la comida rápida.
- Favorece entablar relaciones sociales con otras personas alrededor de la mesa al comer de forma distendida y sin prisas.
Fuentes: